En estos años desde mi vuelta a Chile, he desarrollado una extensiva investigación sobre el funcionamiento de las empresas nacionales. Esto con el objeto de darme cuenta de sus principales gaps, falencias y posibilidades de mejora. Parte de ella, se pinceló en mi último libro «B2U: Marketing Personal», que se lanzó el pasado 16 de noviembre. Esta publicación bien diría que se lanzó con «el peor de mis discursos»; tanto así que no sé por qué me aplaudieron al terminar. Quizás sea por exorcizar demonios, y tirar abajo mitos que ya son vox populi.
Es interesante darse cuenta de cómo en mi propio país se manejan las comunicaciones, las ventas y el marketing corporativo; y en base a ello, he llegado a una conclusión que considero honesta, pero al mismo tiempo fulminante: «Chile es un país de tremendas oportunidades, pero ellas se pierden por millones, gracias a la falta de trato, miedos y estilos patronales».
Verán, mi firma se dedica al entrenamiento y formación de capital humano en diversos ámbitos. Y en el devenir de las múltiples reuniones y comunicaciones que he sostenido con distintos directivos y emprendedores, me he convencido que los temas de liderazgo, coaching, motivación y capacitación, en general se han transformado en un verdadero «enjuague bucal» y un sucio negocio, para muchos que predican y no practican. Sin generalizar por supuesto (so pena de molestar y que alguien me lance piedras por anticipado).
La razón es el no cumplir con alguna de mis 3 C´s: Coherencia, Compromiso y Consideración. Lindas palabras con las que algunos se lavan la boca en distintos speechs sofisticados o lindos artículos que veo por LinkedIn; me refiero a esos en los que se copian, importan y empaquetan «frases célebres de gurús extranjeros», pretendiendo que en tal empresa viven por ellas. (¿Por qué no inventan las suyas propias?).
Mi empresa y yo mismo, sobrevivimos por esos tres elementos. Y cuando cumplo con ellos, mágicamente me doy cuenta de que solo pocos pueden quejarse, criticarme o discutirme, en una mesa de conversación, ante un grupo de directores o en un podio. A menos que, por supuesto, también me demuestren que esas 3 C´s son tomadas en cuenta. Es sumamente duro y difícil, pero en mi vida esos tres grandes detalles han marcado un antes y un después. ¿Puedes tú cumplirlas?
Veamos:
- ¿Contestas tus correos corporativos? ¿A quién sea, y aunque fuere para decir «Gracias, lo recibí»? ¿Los contestas a tiempo?
- ¿Llegas a la hora indicada para tus compromisos? ¿Entiendes que el otro tiene una agenda también? ¿Cancelas tus citas una o dos horas antes?
- ¿Eres capaz de decirle que «no» a alguien amable y asertivamente? ¿O le haces perder el tiempo con «vueltas de carnero» (deporte nacional conocido)»
- ¿Te da susto llamar por teléfono y responder clara y directamente? ¿O te acomoda el WhatsApp, pues te puedes esconder?
- ¿Eres capaz de ser respetuoso(a) y al mismo tiempo categórico para tomar decisiones duras?
Podría hacer cientos de preguntas más, pero quedémonos con esas pocas. Todas tienen que ver con coherencia, compromiso y consideración. Si me imponen un ratio de cumplimiento, diría que 2 de cada 10 chilenos cumple con las 3´C y solo 4 de cada 10, cumple con al menos dos. ¿Cómo lo sé? Son los que considero amigos, contactos y mi funnel de clientes. Para el resto, sinceramente no tengo tiempo, porque no están a mi nivel.
¿Suena arrogante? Creo que no. Y no es que me dé ínfulas de eminente o influyente; mucho menos se trata de un arrebato de egolatría. Se trata de que yo tengo a los «clientes que quiero tener» y mis clientes tienen al asesor «que ellos quieren tener». Son tan importantes, como yo lo soy para ellos, y en eso no hay arrogancia, sino tres cosas: coherencia, compromiso y consideración. Da exactamente lo mismo quién seas, de dónde vengas o cuál sea tu background profesional. Cuando ambos hacemos empeño por cumplir con cosas tan básicas, estaremos a un mismo nivel.
¿Quieres tener a un proveedor, profesional o firma «de nivel» que trabaje contigo? Bueno… Ahí está la fórmula. Más simple y duro que cualquier conferencia que haya hecho en el pasado.
No puedes llamarte Psicóloga, evaluar y etiquetar a un profesional o a un niño con déficit atencional, si ni tu misma puedes manejar tu agenda como corresponde; tan «volada» como tu paciente. No puedes hablar de «equilibrio emocional» cuando veo que pones fotos sumamente sugerentes en LinkedIn, quien sabe por qué.
No puedes llamarte Headhunter si tienes los dedos flojos para contestarle a un candidato de que al menos recibiste su CV y con una frase mínima para entender de que estoy con una firma rimbombante con apellidos anglo (internashional): “Muchas gracias”. No hagas perder el tiempo a la gente, buscando profesionales aptos, cuando tú ni siquiera puedes cumplir con eso mismo que les pides.
No me vengas a hablar de Life Coaching, cuando lo único que has ganado en tu vida es un certificado, que según tú te permite decirle al resto cómo vivir su vida. Sal afuera, empápate de fracasos y luego conversamos. Tendrás un ápice de credibilidad.
Ahórrame el speech de Gerente, si es que te andas escondiendo de tus malas decisiones, sin enfrentar a tus clientes disgustados y culpando a subalternos de tu propia incoherencia. Haría bien también que te saques la «papa en la boca» para conversarme, porque no eres tú y se nota que mientes, comenzando por ese detalle.
Tu título de Ingeniero pesa menos que un paquete de cabritas, si no sabes desarrollar un proceso que luego sepas explicar con peras y manzanas. Se transforma en aire si no sabes asumir la ejecución del mismo.
Ahora, la paradoja absoluta. Abstente de ofrecerme tu agencia comunicacional, si ni tú mismo sabes cómo comunicarte: contestar tus mails o tu teléfono. Directamente y a tiempo.
Si eres conferencista motivacional, no me hables de humildad y de que «yo puedo», cuando los humos se te van a la cabeza y no eres capaz de empatizar y «bajar» a hablar con la gente sencilla. Por lo mismo, hoy más que ir a charlas a lo Tony Robbins, prefiero ir a misa a escuchar al párroco. Me sale gratis, por lo demás.
Evito hablar con directivos de aceleradoras o incubadoras de negocios, a menos que estas mismas sean su emprendimiento o hayan emprendido antes. Es súper facil llenarse la boca y hablar en ceremonias rimbombantes sobre emprendimiento, cuando te pagan un sueldo fijo, seguro y no menos cuantioso. Menos aún si me hablas de salir del «Confort Zone», cuando el único inversionista que conoces es CORFO… ¿Quien más? CORFO… ¿Y alguno más? CORFO. No me hables de emprender y levantar capital en Silicon Valley, cuando solo pasaste por ahí un par de semanas. Para mentorearme, debe ser alguien que haya ganado su primer millón de dolares sin robar.
No se trata de descalificar o ningunear. Conozco a excelentes ingenieros, psicólogas(os), gerentes, directivos, coaches, emprendedores y headhunters, los que finalmente se definen y me definen por la última gran pregunta:
¿Cumpliste con lo que dijiste que ibas a hacer, en el momento y con cordialidad?
Así parece, no todos pueden. Es una falla épica y se ha traducido en una pandemia. Unos hablan de problemas de DNA actitudinal, otros de costumbre y hábitos. Yo creo de se ha instalado un semillero de altos egos, de gente que se cree importante, pero que en actitudes tan mínimas «muestra la hilacha».
En cosas tan simples la gente se cae, y en cosas tan sencillas, cualquiera puede ser para mí una persona importante. Lucho todos los días por cumplir con esas tres cosas, y a momentos fallo; pero al menos tengo la humildad de reconocerlo. Podrán decir que es fácil quejarse, pero debo agregar que me hago cargo de hacer propuestas, como directivo, como autor, como profesor y como padre. Un asesor de nivel no es complaciente ni «soba-lomos», está para molestar, porque sin eso no hay cambios. Me tomo mi trabajo demasiado en serio: cambiando el mundo un cliente a la vez y no haciéndoles babysitting.
Con coherencia, compromiso y consideración, Chile podría ser un país de grandes oportunidades en acción, y no me cabe duda que serán estas tres cosas las que definirán el futuro del emprendimiento, de los negocios y de un mejor clima laboral, menos tóxico, más decente y más auténtico.
Oscar A. Contreras
Gerente General, Empodera Consulting Group