(Transcrito de la Cápsula de Oscar Contreras, Gerente General de Empodera para BioBio TV)
«Importante empresa busca…», es un enunciado que ya asquea y enferma. Cada vez que el desempleo vuelve a tocar las puertas de los menos afortunados, muchos de ellos en manadas y en forma atarantada, se apresuran para dejar absolutamente todos sus datos personales en los correos adjuntos a ese tipo de anuncios. Cualquier cosa por pagar las cuentas; lo que sea por poder comer.
Pensemos un poco. ¿Le darías tus datos personales a un desconocido que no te dice su nombre pero sí te dice que es importante? De alguna forma, esto se comienza a parecer al «cuento del tío», que lo pilla a uno desprevenido en el teléfono y que con pretextos tan ridículos como realizar un «embargo», es capaz de entrar a tu casa y robarte hasta lo que no tienes. Solo falta que sonriendo le pases las llaves de tu auto también.
Me da exactamente lo mismo que la interacción entre postulante y empleador, la maneje un prestigioso portal web de empleos o una pseudo-influyente red de profesionales. Si tal sitio ya maneja tus datos, pero la gran mayoría de sus ofertas no comienzan por decir algo tan simple como el nombre de la empresa, ya estás en una galopante desventaja. Te transformas en un número más, un dato irrelevante; no importa cuán rimbombante tu currículum pueda parecer.
Si una red de profesionales y empleos protege la identidad de sus clientes empresa en desmedro de la información fidedigna que pueda otorgarte a ti, entonces ¿para qué diablos vas a comprarle una cuenta Premium? ¿Cuál es el real valor agregado? Considero que si dichas empresas clientes fuesen realmente importantes, partirían por detallar su razón social sin rodeos.
Y es que con este clima laboral tan simpático que tenemos, en donde la desconfianza es pan de cada día y la indecencia pulula (si, indecencia), lo importante no debiesen ser las empresas con lindos logos, sino quienes están detrás de ellas: sus personas, y en primera línea, sus directivos.
Hay dos tipos de directivos: los que hablan de recursos humanos y los que hablan de capital humano. Ya no es una cuestión de modas el sugerir que comencemos a hablar «capital», pues cuando me hablan de un «recurso», me están diciendo entonces que las personas son un simple commodity que puede ser instruido, condicionado y manejado como si fuesen máquinas (o incluso borregos).
Digo todo esto pues a algunos de estos paladines de los recursos humanos, los he escuchado in fraganti decir cosas tan «indecentes» como esta: «Los empleados son como animalitos, hay que atrincarlos pues su inteligencia no les da para más. Se deben adoctrinar e incluso domar; y cuando eso no ocurre, les enviamos una psicóloga para que les haga un lavadito de cerebro».
A estos mismos, los he visto vanagloriarse en LinkedIn; ese portal de profesionales que muchos de nosotros conocemos y utilizamos, y que últimamente se ha desvirtuado en un antro de hipocresía y falsedad, para obtener y minar datos de manera indiscriminada.
Sin generalizar (pues las hay buenas y malas), unas contadas redes de empleo hoy están plagadas de aparentes evangelizadores laborales. Esos que no hacen otra cosa que hacer copy/paste de lindas pero trilladas frases gringas en su streaming de noticias; o sobresaturarnos de «buenas recetas para obtener empleos y manejar personas», e incluso ilusionarnos con ofertas laborales inexistentes.
Lo que sea para hacer «la parada» de lo «expertos» que son; obtener una manada de ovejas que los sigan sin discutir y que mejor aún, los consideren lo suficientemente influyentes como para tener que rendirles pleitesía o sencillamente «hacerles la pata» con un email. Si ponemos un poco de ojo clínico, veremos cómo las incoherencias de sus acciones los delatan: especialmente, cuando expresan sus postulados liderazgo, empatía y clima laboral.
Un día en particular, leí de uno de estos «campeones» un artículo que comenzaba con el siguiente título: « ¿Cómo hacer que tus empleados se sientan motivados?». Por poco me pongo de pie y aplaudo cuando un usuario le contesta indignado: «Fácil. Partamos por no llamarlos empleados. Son colaboradores».
Así también, se ha llenado de «lumbreras» que hoy exhiben un nuevo formato para mandar Curriculum Vitae en tan solo una plana; esta vez con gráficos sofisticados, métricas y bonitas líneas de tiempo. El resultado obtenido es esperable y casi obvio: obtienen cerca de dos mil mensajes de distintos usuarios, que de la nada les facilitan sus correos personales. «Déjanos tu correo y te enviamos nuestro novedoso formato sin costo alguno».
¿Para quienes trabajan realmente estos individuos? ¿Están para ayudar al desesperado que busca empleo o para servir a otros intereses?
Aunque mis sospechas fuesen infundadas o me «tachen de mal pensado», y realmente hubiese buenas intenciones detrás de todo esto, considero que esas grandes recetas no cumplen para nada con su genuino objetivo. En general, no hacen otra cosa que complicar más la vida a quienes ya la tienen difícil: aquellos que buscan trabajo y no tienen Photoshop o los que ya no son tan jóvenes y se sustentan en la claridad y experiencia exhibida en sus currículums. ¿Qué queda para ellos?
Estas supuestas recetas, pasan a ser verdaderas cábalas y supersticiones que a muchos no aportan en absoluto. Estresan y desesperan, para luego condicionar y someter a la gente a nuevos pero innecesarios paradigmas. Mientras más detalles explican, menos credibilidad tienen.
Todas estas inconsecuencias pasan a ser completamente irrelevantes cuando las comparamos con la «práctica indecente» de publicar cargos ficticios. Así es… Me refiero a aquellos empleadores que publican ofertas falsas para que los más desesperados participen gratuitamente en pruebas psicológicas cada vez más truculentas. Pruebas sicológicas que por lo pronto, han sido completamente erradicadas en países desarrollados, al demostrar ser inefectivas y producir una alta tasa de candidatos con falsos positivos. ¿Así quieren hablarnos de innovación?
Algunos empleadores incluso se dan el lujo de subcontratar a otras empresas especializadamente «chantas y ordinarias» para que se hagan cargo de ese trabajo sucio. «Chantas» porque falsean u omiten sus intenciones con el solo objetivo de obtener la mayor cantidad de estadísticas y datos para sus clientes anónimos. «Ordinarias», porque la gran mayoría ni siquiera tiene la decencia de contestar un mail para al menos decir «gracias».
¿Por qué no mencionar también las ternas ficticias para obtener consultorías gratuitas? Te dicen cosas como: «Has sido seleccionado entre los tres primeros lugares para este importante cargo. Pero… (y ahí viene el pero) Nuestro cliente necesita que soluciones un caso particular y dependiendo de su resultado, tomarán su decisión».
Es aquí en donde los más dignos debiesen «bajarse del carro» y decir: «No gracias, paso». Cualquier profesional con dos dedos de frente, no tendría por qué solucionar el problema corporativo de un anónimo sin cobrar lo que corresponde. No confundamos el crowdsourcing con el engaño.
Solucionar la indecencia en el clima laboral no es fácil, sobre todo cuando en momentos de crisis la desesperación no permite pensar bien y muchos inescrupulosos pueden aprovecharse de eso. Y eso de que hablo sobre el «antes» de una relación laboral; ni siquiera el «durante»
La decencia depende de cinco elementos fundamentales: educación, sentido común, coherencia, ética y empatía. Todas las empresas y personas dicen tenerlos, pero para que realmente sean creíbles, entonces sus valores, misión y visión deben ser reflejarlos claramente. Si ese es el caso, entonces no tendrían por qué ocultar sus nombres al hacer hunting y selección.
Por eso, hoy en día nos agrada mucho cuando observamos en las redes sociales a auténticos reclutadores «con nombre y apellido», haciéndose cargo ellos mismos de sus procesos; esos que contestan sus correos, al menos para decir que recibieron los antecedentes de alguien; esos que ponen el pecho a las balas de ser necesario. Generan rápida reputación por ser coherentes.
Cuando las organizaciones tienen una emblemática área de «capital humano», entonces no debiesen tener impedimentos para hacerse cargo ellas mismas de aglutinar, seleccionar y administrar a sus personas, como corresponde. Un buen empleador siempre debe manifestarse auténtico, porque dicha autenticidad es un elemento atractor para obtener excelentes colaboradores. Es allí cuando una organización, independiente de su tamaño, se trasforma en líder: una empresa importante que motive la pertenencia, trabajo y pasión de sus personas.
Cuando no cumplen con lo anterior, las empresas cosechan lo que siembran. Es allí cuando me es típico observar a los directivos quejarse por tener equipos mediocres o de contar con «la gente que hay», porque no hay mejores que conseguir.
Hablando de las personas ahora, y especialmente de aquellas que perdieron su trabajo o buscan nuevos desafíos, recalco que hay dos cosas mucho más importantes que toda la inteligencia emocional, profesionalismo y experiencia que puedan mostrar en sus papeles: dignidad y cuidado.
La competencia por obtener no solo un empleo, sino que un «buen empleo», está más fuerte que nunca; y se pondrá aún peor. Sin embargo, eso no es excusa para perder nuestra compostura y dignidad al momento de elegir con quien contratarnos. Hacer y tirar Currículums Vitae como si fuesen «cabritas al aire» no nos ayuda en nada.
Así como nos investigan nuestros antecedentes, hagamos nosotros también la pega de investigar a nuestros futuros empleadores: quiénes son; su estructura organizacional; a qué se dedican; por qué están buscando realmente ese cargo para el que aplicaste; cuánto y cómo pagan; reúnete con algunos de sus miembros. Y si no tienes respuesta, entonces ya sabes que «no es la empresa para ti»
Nos acostumbraron desde el Colegio a que cuando preguntan las autoridades, nosotros simplemente contestamos con susto. Como han manifestado muchos líderes: «No existen las preguntas tontas». Sigamos ese ejemplo entonces. Transfórmate en autoridad hoy. Para eso fuiste a la Universidad y después te sacaste la mugre trabajando, ¿no es así?
No nublemos nuestra razón por el miedo y la incertidumbre. Preguntemos todo e investiguemos todo lo necesario, para identificar y conseguir esa gran oportunidad. Déjate de mandar tantos mails y encerrarte entre cuatro paredes y obedecer buenas recetas basadas en el miedo. Potencia tu marketing personal saliendo afuera y reuniéndote con gente de carne y hueso. Y aunque las oportunidades no estén disponibles, al menos lo pasarás harto mejor.
Las buenas oportunidades existen para el profesional de verdad; pero con empresas de verdad y con directivos que sean quienes dicen ser.
Oscar A. Contreras