Cualquier persona, cualquiera de nosotros, al ser sometidos o llevados a una situación crítica, somos capaces de tomar una decisión que puede ser acertada o equivocada. Sea cual sea el resultado, de una u otra forma, dicha situación destacará lo mejor o peor de nosotros mismos. Tal sumatoria de aciertos y aprendizajes forja nuestra historia profesional y de vida, nuestra sustancia; quiénes somos.
Al volver de vacaciones, no pude evitar pasar por aquí y detenerme en un aviso que ofrecía «Cursos de Liderazgo». Inmediatamente pensé, «No puede ser en serio. ¿Siguen con lo mismo?».
Y es que en mi opinión, cualquier persona que tome un curso para ser líder, se transforma irrefutablemente en un «follower» o seguidor. Así de sencillo. Me imagino un sticker en la frente de esa persona diciendo: «haré lo que tú digas».
«Comprar» un curso de Liderazgo, significa reconocer tácitamente de que no se tiene idea de lo que se quiere, que no hay capacidad, voluntad o valentía de generar un propio camino. Si oigo esta necesidad de la cabeza de una empresa, me preocupo bastante, porque me comprueba que su misión y visión son paupérrimos. Que su planificación y comunicación estratégica es solo humo. Un «cursito», parece más píldora paliativa en este caso.
Ser líder no es ser un «guía» o «gurú». De manera simple, se trata de sacar lo mejor de las personas que te rodean: sean estas colegas, jefes, amigos, familia, o cualquier persona que converse contigo. Y esto se demuestra en hechos y no en simples habladurías.
En ese sentido, el Liderazgo es una condición, una competencia confluyente del Marketing Personal. Pero una que se demuestra en coherencia y compromiso con otras aptitudes como: marca personal, comunicación asertiva, red de contactos, autoconfianza, uso del lenguaje, entre otras. Todas estas aptitudes se vinculan con una cualidad aún más importante y cada vez menos encontrada en un mundo profesional «chilensis» y agrandado: humildad.
Pero cuando hablamos del término «humildad», no se trata de esa actitud muchas veces falseada de «agachar el moño» o «estar de capa caída». Según mi punto de vista, se trata de ser lo suficientemente auténtico(a) para reconocer que por mucho que quieras, jamás nunca estarás suficientemente preparado(a) para nada. Que en ninguna parte hay expertos, sino especialistas; gente que tiene grandes aciertos, pero que también se equivoca y tiene la capacidad de aprender de sus errores.
Todas las posibilidades podrían estar en nuestra contra. Ya sea por el momento y las circunstancias, ya sea por nuestras energías o por habernos sobre-presionado. La gran pregunta que le queda a un líder en ese momento es: «¿Qué voy a hacer al respecto y cuándo lo hago?».
El solo reconocimiento de tus propias vulnerabilidades, te permite pensar con más tranquilidad en esta pregunta. Te libera de las grandes expectativas que muchas veces piensas que pesan sobre tus hombros. Te permite opinar y proponer (siempre y cuando sea con respeto), pero también aprender de los demás y por sobre todo… escuchar.
Si a mí o a quienes asesoro nos va bien al presentar o dar una charla en público, es porque sabemos que no debemos comenzar hablando de nuestros éxitos sino de nuestros errores. De cómo pudimos ser capaces de resolver tal o cual dificultad; de sobreponernos frente a una adversidad. Esa historia es la que inspira quienes sean capaces de empatizar; y para lograr aquello, la humildad es fundamental.
No existen charlas ni cursos de liderazgo. Si lo que se dice potencia liderazgos, excelente. Pero esos liderazgos ya están, ya existen. Otra cosa es que estén latentes, porque no encuentran una «historia que encienda su chispa».
Cualquier persona puede ser líder y no tiene que ver con un certificado, un título o un curso de especialización. Para convertirse en líder, hay que olvidarse de los miedos a perder «grandeza» o «traicionar expectativas», para tomar una decisión que implica acción empírica; que incluso puede rayar en lo radical (base de la innovación).
Tu decisión y tu acción es lo que los demás esperan de ti. Nada más, nada menos. La gente ya no confía en nadie y es porque se cansó de escuchar palabras bonitas o condescendientes. Así como yo, se aburrieron de los cursos, capacitaciones y charlas rimbombantes, a menos… A menos que quién se dirija a ellos, sea lo suficientemente humilde para contar una historia inspiradora y cercana, transversal al lado humano de cualquiera.
Los pedestales ya cayeron hace rato. ¿Por qué digo esto? Porque tu tanto como yo no somos infalibles, y como seres humanos tenemos nuestros días contados. Sin importar tu cargo, influencia. Actuarás como líder cuando seas lo suficientemente humilde como para aceptarlo. Luego podrás decidir hacer aquello que en tu cabeza y en tu corazón consideres correcto.
Oscar Contreras S.
Gerente General, Empodera Consulting Group