¿Cómo está tu brújula de navegación en esta «Tormenta Perfecta» de la selección laboral?

Empresas desvinculando y muchísima gente buscando trabajo en las Redes Sociales. Bastantes ejecutivos de selección «lanzando» puestos de trabajo de manera informal. Algunos con buenas y coherentes intenciones, mientras que otros solo quieren alimentar su base de datos, contando con la desesperación de quienes no consiguen respuestas por ningún lado. Los menos cautos, hasta compiten por entregar sus datos de contacto, a vista de todos en LinkedIn (e-mail y teléfono inclusive) ¿Tan desesperados estamos? ¿Realmente es buena idea comprometer tu tiempo con una oferta laboral llevada informalmente?

Lo que te comparto a continuación es solo un punto de vista. Es decir, el «tómalo o déjalo» es válido.

Estamos en un escenario laboral adverso. Más que intentar detallarlo, nos toca a nosotros mismos definirnos en él. Y si me forzaran a describir este ambiente de selección en pocas palabras, diría es un verdadero desorden sin humanidad… Una verdadera chacra, cuyo estandarte es en suficiente medida, cargado por «algunos agentes» que se comportan como verdaderos autómatas sin neuronas. Estoy seguro de que más de alguno se preguntará cómo fue que algunos de estos agentes, con sus “ejemplares actos de educación y formalidad”, ostentan un cargo con tal grado de responsabilidad (si es que la tienen). Unos muchos que desprestigian a unos pocos.

Pero bueno… Hay días buenos para mí y días malos para ti. Como así también los hay horrendos para quien escribe y memorables para tu persona. Días en que las cosas funcionan a la perfección y otros, en que por más que tratemos, nada en absoluto nos sale bien.

Tal parece que es todo parte de un orden; un balance universal, un «ir y venir» que nos cuesta entender. Y más aún, se nos dificulta hablar de ello e incluso reconocerlo, so pena de causar estragos en esa imagen forzada que la gran mayoría quiere proponer: «Soy el mejor… Contrátame»; «Soy una empresa exitosa… Tenemos la solución a tus problemas».

Ya no me llaman la atención esos slogans, y por razones similares, algunos ya ni se molestan en participar en esos pobres procesos de selección. Esos en que desfilan los mismos exámenes de Rorschach, las mismas preguntas superfluas y encapsuladas. Esas “e-ternas”, que parecen no terminar; que desgastan tu energía y fulminan tu valioso tiempo.

Así también, observamos a las mejores empresas desperfilando su etiqueta, por tipos o tipas que ni contestan su e-mail para darte una respuesta. Tanta tecnología comunicacional a la mano; tanto Big Data, IA y CRM para crear grandes propuestas de cambio, pero sin la mínima actitud proactiva para gestionarlos como corresponde en lo más básico: «Responder». Enfrentas incoherencias, que drenan tu energía y vitalidad, mientras tu cuenta bancaria llega a los números rojos. Neurolinguística y asertivamente hablando, frente a tal realidad, muchas propuestas se quedan como un vaporware maquillado con lindas consignas.

Con justa razón, varios en un café me comentan cosas como estas. Se preguntan si lo que se pretende es contratar a gente inteligente, empoderada y motivada, o se necesitan personas robotizadas. «Tal parece que es lo segundo», me proponen. Yo diría que no es ni lo uno ni lo otro, y que el problema raya en lo básico: la mayoría de las personas en el mundo no tiene idea de lo que realmente quiere. Ergo, lo que dicen querer, es lo alguien les dijo que quisieran (Marketing con Disonancia Cognoscitiva). Llevemos eso al plano de la selección laboral y muy posiblemente, tendremos una respuesta más encaminada.

Sin generalizar. El Gerente (Cliente), no tiene idea de lo que quiere. El Candidato (Cliente) a su turno, tampoco tiene la más mínima certeza de lo que busca. Esto se observa en hechos interdependientes del proceso de selección: comunicaciones internas y externas, evaluaciones, entrevistas, contratos, comunicación de metas y objetivos, negociación de sueldos, despidos, outplacements, reemplazos; y repetimos (biz).

Todo este desorden, nos lleva a muchos a pensar en «tirar la toalla» y decir cosas como: «a la …..a con todo». Y eso está muy bien.

Te noquearon en el ring, sonó la campana, y cuando miraste hacia tu asiento, con tu boca besando el suelo, te diste cuenta de que nunca contaste con un coach que tirara esa toalla por ti, o que limpiara tus heridas. El pito del referee sonó en el vacío. No había público, ni contrincante. Siempre fuiste tú contra ti mismo(a).

«Tirar la toalla», no fue rendirse, sino hacer una pausa concreta en tu vida para definir de una vez por todas qué es lo que quieres y por qué. Darte cuenta de que tu identidad no es tu trabajo, sino todo lo contrario, son tus aspiraciones y tus sueños. Un tiempo para reflexionar y comprobar si tus factores críticos de éxito están alineados: tu salud, tu energía, tu experiencia y tu educación. Ninguna persona, salvo quien me lee, sabe cómo hacer eso.

Quienes lograron «tirar la toalla» con orgullo, tomaron decisiones como las siguientes:

1.     Alcanzaron la valentía (y el estómago) suficiente para descartar de plano procesos de selección apresurados, mal habidos y discriminatorios.

2.     Se concentraron en elegir propuestas laborales que ameriten coherencia, compromiso, mérito y experiencia. Sus finanzas fueron afectadas, pero se mantuvieron ocupados en su mérito para generar ingresos alternativos. Lograron encontrar un trabajo decente.

3.     Descartaron de plano a toda la gente incoherente, resentida y criticona, como una lacra. Se rodearon de gente de confianza: valiente, comprometida y propositiva. Ese sería su nuevo círculo de personas, sin contar a sus familias. Pensemos un poco, ¿no nació de manera similar un círculo de empresarios en el pasado?

4.     O emprendieron, al entender que su experiencia y energía sobrepasan las fronteras de la selección laboral. Se superpusieron al sistema, al comprender que su aporte de valor no encaja en un sistema pasivo, retóricamente predecible y poco innovador. Prefieren ganar menos dinero por ahora, pero el hecho es que siempre ganan tarde o temprano. Jamás pierden su trabajo. El 70% de esos independientes en Chile hace comercio ambulante, y puedo asegurar que nominalmente, tienen más ingresos que la gran mayoría de los cargos corporativos que no llegan a la jefatura o a la dirección.

5.     Abandonaron el país para concretar todas las anteriores. Silicon Valley, Florida, Noruega o la Isla de Pitcairn en Nueva Zelanda (sí, donde los amotinados del HMS Bounty fueron a parar. «Motín a Bordo» es una gran historia sobre liderazgo).

En «Tormentas Perfectas», en tiempos de crisis, se dan grandes cambios para generar un nuevo orden. Resulta entretenido, pero ya innecesario hacer el ejercicio de justificarlo con las diferencias generacionales (los X v/s los Millenials). La sociedad como un todo simplemente cambió sus prioridades; y ya es tiempo de aceptarlo.

Lo supo así el magnánimo gerente que hace seis meses perdió su empleo. El mismo que al mirar desde su ventana al jardinero que poda su jardín, se dijo a sí mismo: «Que suerte tiene este hombre al estar ocupado».

Tuvo que «tirar la toalla», para darse cuenta de que el empleo no tiene nada que ver con la ocupación. Se tomó el tiempo necesario para entender que la palabra negocio viene de la frase «negación del ocio». ¿Cuál es el suyo? ¿Lo tiene claro? ¿Cuál es su ventaja diferenciadora?

Cuando alcanza tal grado de certeza, él(ella) ya no está dispuesto(a) a transar sus valores, su autenticidad, su esencia y sus expectativas por solo un «plato de potaje». Este personaje no se volvió mañoso, sino que coherente e íntegro consigo mismo(a); lo cual mejora todas sus decisiones. Sale a la luz del mercado nuevamente, pero sin sobrevenderse ni mentir. Promoviendo una nueva y mejor versión de sí mismo(a). Primero para ocuparse y después, si quiere, para emplearse; pero ya no con cualquiera.

En una entrevista laboral, teniendo en cuenta sus competencias y experiencia, ¿apoyaremos a esa persona por tal grado de calidad humana? ¿O simplemente le damos el visto bueno, porque nos dice lo que queremos o lo que una cultura laboral obtusa nos obliga a escuchar? Si es lo segundo… Reservaré mi opinión, pero ten absolutamente claro que el candidato no es el problema.

Oscar A. Contreras

Gerente General, Empodera Consulting Group